Básicamente, la consecuencia del creciente descontento en Madrid, fue a causa de la subida de los precios del pan y otros productos de primera necesidad pero, al final, fueron las medidas para sustituir el atuendo tradicional (capa larga y sombrero de ala ancha) por capa corta y el sombrero de tres picos, lo que provocó la revuelta. Pensaba que las capas largas facilitaban el ocultamiento de las armas, y los grandes sombreros permitían ocultar la cara de los delincuentes.
Cuando peor estaba la cosa, un fraile franciscano (el Padre Yecla o Padre Cuenca), llegó a la zona, pretendiendo calmar los ánimos; aunque lo que consiguió fue actuar como mediador y recibir una lista de exigencias redactada allí mismo. Escoltado entre la multitud, llegó a Palacio, donde el rey leyó el documento:
- Que se destierre de los dominios españoles al marqués de Esquilache y a toda su familia.
- Que no haya sino ministros españoles en el Gobierno.
- Que se extinga la Guardia Valona.
- Que bajen los precios de los comestibles.
- Que sean suprimidas las Juntas de Abastos.
- Que se retiren inmediatamente todas las tropas a sus respectivos cuarteles.
- Que sea conservado el uso de la capa larga y el sombrero redondo.
- Que Su Majestad se digne salir a la vista de todos para que puedan escuchar por boca suya la palabra de cumplir y satisfacer las peticiones.
Con esto, el rey se vio obligado a destituir a su ministro, pero a continuación expulsó a los jesuitas (1767), a los que consideraba incitadores del motín. La compañía de Jesús, con su voto de obediencia al Papa antes que al rey, era un obstáculo para el regalismo borbónico.
El motín de Esquilache fue un ejemplo de la fuerza de las ideas conservadoras y las dificultades a las que había de enfrentarse la modernización del país.
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